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La Pharsalia de Lucano: un modelo de deconstrucción épica en Contra Symmachum de Prudencio
Resumen: En Contra Symmachum, Prudencio aborda la tarea de desterrar definitivamente el politeísmo e instalar a Cristo como único dios verdadero. La hipótesis de este artículo es que esa tarea se homologa –en varios aspectos– con el modus operandi implementado por Lucano, en Pharsalia. Para nuestra demostración, describiremos las distintas operaciones poéticas deconstructivas realizadas por Lucano, prestando particular atención al análisis de las estrategias desplegadas para cuestionar el aparato divino –componente esencial del género–, a efectos de confrontarlas con los procedimientos desarrollados por Prudencio en el primer libro de Contra Symmachum.
Palabras clave: Lucano, Pharsalia, Prudencio, Contra Symmachum, Tardía Antigüedad.
Abstract: The hypothesis of this article is that Prudentius by definitively banishing polytheism and installing Christ as the only true god, embarks on a path that is comparable –in several aspects– with the modus operandi implemented in Pharsalia. For our demonstration, we will describe the different deconstructive poetic operations carried out by Lucano, drawing particular attention to the analysis of the strategies deployed to question the divine apparatus –an essential component of the genre–, to confront them with the procedures developed in the first book of Prudentius’ Contra Symmachum.
Keywords: Lucanus, Pharsalia, Prudentius, Contra Symmachum, Late Antiquity.
1. Introducción
Contra Symmachum de Prudencio fue publicado alrededor de los años 402 y 403. Este poema está compuesto en hexámetros y divido en dos libros1, que, a su vez, se encuentran antecedidos, cada uno de ellos, por un prefacio alegórico2. El primer libro contiene una crítica al panteón de los dioses paganos, donde el narrador en propria persona ataca verbalmente el papel desempeñado por los dioses en la Antigüedad y explica cómo la ciudad de Roma ha adoptado definitivamente la religión cristiana. El segundo libro tiene el propósito de refutar los reclamos del último exponente de la aristocracia pagana, Quinto Aurelio Símaco3, que en su famosa Relatio III (384 d. C)4, dirigida al emperador Valentiniano II, había reclamado por la libertad de cultos, defendiendo las viejas costumbres romanas, exigiendo la restitución de los derechos antiguamente otorgados a las Vestales y, fundamentalmente, demandando la reposición del Altar de la Victoria en el Senado romano5.
Nuestro interés está ceñido al primer libro de Contra Symmachum, donde Prudencio parece continuar, literariamente, el proceso de ‘deconstrucción’ del género épico6 implementado por Lucano en la Pharsalia7 y basado en el cuestionamiento del aparato divino, uno de sus elementos constitutivos. Se trata de un proceso complejo, ya que si bien Prudencio pretende escindir ciertos elementos connaturales a la epopeya, como los dioses paganos8, no por ello rechaza la legitimidad que la asimilación que esos componentes les había otorgado a las obras de los autores canónicos (Lucrecio, Virgilio, Lucano); por lo tanto, introduce el recurso de la inversión –o bien de la tergiversación–, al recoger un conjunto de rasgos, que considera negativos, y utilizarlos para configurar una nueva poesía épica, acorde a la idiosincrasia cristiana.
En este artículo nos proponemos demostrar que Prudencio, al abordar la tarea de desterrar definitivamente el politeísmo e instalar a Cristo como único dios verdadero, emprende un camino que se homologa –en varios aspectos– con el modus operandi aplicado en la Pharsalia. Para nuestra demostración, describiremos las distintas operaciones poéticas deconstructivas realizadas por Lucano, prestando particular atención al análisis de las estrategias desplegadas para cuestionar el aparato divino –componente esencial del género–, a efectos de confrontarlas con los procedimientos desarrollados por el autor de Contra Symmachum en el primer libro.
2. Dioses, héroes y hombres: la transgresión genérica y temática de la épica de Lucano
Al analizar la problemática genérica y temática de la épica romana desde una perspectiva diacrónica, resulta insoslayable el reconocimiento de Lucano como el gran promotor de cambios en el modelo canónico representado por Virgilio. Si bien la Pharsalia ha sido descrita como una obra revolucionaria, porque subvierte los códigos del género épico manifiestos en la Eneida9, presenta algunos problemas con respecto a la transgresión de las estructuras genéricas y temáticas de la épica, que han sido detectados y comentados por la crítica especializada desde la Antigüedad hasta nuestros días10.
La crítica ha abierto un debate sobre si la Pharsalia de Lucano adscribe o no al género épico. En este marco, uno de los aspectos que enfatiza tal cuestionamiento ha sido la ausencia del ‘aparato divino’ como un elemento sustantivo en su trama. Este rasgo constituye una verdadera transgresión de las normas propias del género épico, y, en consecuencia, resulta una de las características más significativas para la propuesta de lectura planteada en este trabajo, porque es en concreto esa operación la que nos interesa analizar, para pensar la ‘deconstrucción de la épica’ en el libro primero de Contra Symmachum, donde Prudencio desmantela el panteón de dioses paganos e instala la figura de un dios único.
La Fico Guzzo11 plantea que la epopeya de Lucano evidencia una clara transformación de los elementos tradicionales y constitutivos del género, tales como la ausencia de dioses-personajes que interactúen con los hombres. A su vez, señala que estos cambios no responden a un posicionamiento racionalista o antropocentrista del poeta, ni a un intento por ampliar el protagonismo de la figura del hombre, sino a la cosmovisión mítica de la etapa final de la Edad de Hierro, en la que el narrador de la Pharsalia se encuentra sumido. Es decir, si los dioses han abandonado el mundo, el poeta no tiene acceso al conocimiento divino, por lo tanto, su ignorancia acerca de la voluntad de la divinidad se ve reflejada en la ausencia de escenas en las que se retrate la interacción entre los dioses y los hombres; tanto el mundo representado, como la poética del mismo Lucano se hallan desacralizados:
quam Lethon tacitus
praelabitur amnis,
infernis, ut fama,
trahens oblivia venis,
atque, insopiti quondam
tutela draconis,
Hesperidum pauper
spoliatis frondibus hortus.
invidus, annoso qui famam
derogat aevo,
qui vates ad vera vocat.
(Lucan., IX, 355-360)12
Se desliza el silencioso río Leto, que, como es sabido, arrastra el olvido desde las venas infernales; y está también, bajo la tutela del insomne dragón, el jardín de las Hespérides, empobrecido ahora al verse despojado de su follaje. Se ha vuelto odioso, pues priva de su leyenda a las viejas edades y llama a los vates a la verdad13.
Lucano ha desmantelado sistemáticamente el ‘aparato divino’ al evitar representaciones tales en las que los dioses favorezcan o entorpezcan las hazañas de los héroes en el cumplimiento de un fatum14. Esta ausencia de personajes divinos y el constante cuestionamiento a su existencia y accionar no parecen ser producto de una “desmitologización”15, puesto que “la imagen mítica del universo”16, basada en el retorno al caos original, es precisamente la que le permite a Lucano evocar la realidad de su patria:
Fert animus causas
tantarum expromere rerum,
inmensumque
aperitur opus, quid in arma furentem
inpulerit populum,
quid pacem excusserit orbi.
invida fatorum
series summisque negatum
stare diu nimioque
graves sub pondere lapsus
nec se Roma ferens.
Sic, cum conpage soluta
saecula tot mundi
suprema coegerit hora
antiquum repetens
iterum chaos, [omnia mixtis
sidera sideribus
concurrent,] ignea pontum
astra petent,
tellus extendere litora nolet
excutietque fretum,
fratri contraria Phoebe
ibit et obliquum
bigas agitare per orbem
indignata diem poscet
sibi, totaque discors
machina divulsi turbabit
foedera mundi.
(Lucan.,
I, 66-80)
Mi ánimo me lleva a revelar las causas de tan grandes acontecimientos, y se abre ante mí una obra inmensa: ¿qué impulsó a las armas a un pueblo enfurecido? ¿Qué sacudida expulsó la paz del orbe? El envidioso encadenamiento de los destinos, la imposibilidad, para lo muy elevado, de permanecer en pie mucho tiempo, los fuertes derrumbes bajo un peso excesivo y Roma incapaz de sostenerse a sí misma. Así, cuando, disuelta la trabazón del mundo, la última hora haya terminado con tantos siglos, retornando por segunda vez al antiguo caos, [todos los planetas mezclados se chocarán entre sí,] astros encendidos caerán al ponto, la tierra se negará a tender la línea de los litorales y se sacudirá al mar, Febe marchará en sentido contrario al de su hermano y, juzgando indigno de ella conducir su carro por una trayectoria oblicua, reclamará para sí el curso del día; y la discordancia total del mecanismo celeste trastornará las leyes del universo en descomposición.
Esta asfixiante descripción se despliega mediante escenas míticas, con las que Lucano plasma una cosmovisión en decadencia, en consonancia con el derrumbe del orden cósmico17 y la inminente implosión de Roma. Por lo tanto, no parece desacertado asumir que las críticas y los cuestionamientos a las divinidades se producen a través de la utilización del mito.
La ‘deconstrucción de la épica’ producida por Lucano en relación con el ‘aparato divino’ tiene diversas facetas. La Fico Guzzo18 ha relevado tres posiciones sobre el tema de los dioses en la Pharsalia. A continuación, citaremos dos de esas tres perspectivas:
La primera posición se caracteriza por la confianza en la existencia de un orden moral avalado por los dioses que, aunque permanece oculto y aparentemente no se respeta en el mundo humano, tarde o temprano, según la esperanza del poeta, se pondrá de manifiesto. Los dioses toman venganza de las violaciones a las leyes de ese orden y, aunque parezca que en el mundo triunfa la injusticia, todo lo que sucede responde a un plan divino que se manifestará a su momento y colocará cada cosa en su lugar. (…) La tercera posición, que subyace a las dos anteriores y otorga una mayor homogeneidad a la trama de la obra, el reconocimiento de la incapacidad humana para dilucidar las leyes que gobiernan los acontecimientos del mundo o la existencia o no de las mismas. El hombre experimenta su ignorancia y la falibilidad de sus intentos por comprender su realidad y la del universo. Ni su razón (conocimientos científicos, doctrinas filosóficas), ni sus múltiples intentos de acercamiento a lo divino (oráculos, plegarias, etc.) logran otorgarle certidumbre respecto de su destino y el del mundo que lo rodea. La dolorosa incertidumbre es la mayor certeza en la Pharsalia.
En principio, ambas reflexiones nos interesan porque se conectan con el proceso de deconstrucción que involucra no solo al género de la épica latina, sino también al sistema religioso pagano. En segundo lugar, estas sistematizaciones nos permiten vislumbrar cierta voluntad de Lucano por la llegada de un nuevo orden, que, en el decurso de la historia, lo veremos materializarse solo en las composiciones épicas de los cristianos. Finalmente, resulta importante considerar estas perspectivas, porque la imposibilidad de conocer el destino –facultad que los dioses han negado a los hombres– es uno de los principales cuestionamientos de Lucano, que hallará a su vez superación en Contra Symmachum, donde Prudencio ataca el politeísmo y argumenta a favor del monoteísmo, aduciendo la existencia de una verdadera sabiduría celestial: aetheriae… sophiae (c. Symm., I, 34), a la que los hombres tienen acceso.
En el pasaje de Pharsalia que hemos citado previamente (Lucan., I, 66-80), Lucano dice, con mayor sutileza, que los destinos le han sido negados: invida fatorum series (Lucan., I, 69: “el celoso eslabonamiento de los destinos”). Y más adelante, en el libro cuarto, pone en boca de César las siguientes palabras, que nuevamente le permiten ahondar en el tema de los ocultos designios divinos:
proieci vitam,
comites, totusque futurae
mortis agor
stimulis: furor est. agnoscere solis
permissum, quos iam
tangit vicinia fati,
victurosque dei celant,
ut vivere durent,
felix esse mori.’
(Lucan.,
IV, 516-520)
He rechazado la vida, camaradas, y me encuentro movido íntegramente por los pinchazos de la muerte próxima: es una locura. Solo aquellos que ya han tocado la cercanía del destino tienen permitido conocer lo que los dioses ocultan a quienes han de vencer, para que puedan seguir viviendo: la felicidad se alcanza con la muerte.
Si bien el cuestionamiento a los dioses no representaba una novedad para el sistema literario latino –primero Lucrecio y luego (aunque de un modo más solapado) Virgilio habían introducido ya múltiples críticas a las divinidades–, se manifiesta con notable fuerza poética en el caso de Lucano, quien le otorga una gran carga de pesimismo y tragicidad solo pasible de ser superada por la nueva cosmovisión cristiana, cuyo único dios verdadero, lejos de celar o esconder el destino de la humanidad, se concibe como su garante. Prudencio, mediante una clara inversión poética, convierte entonces la muerte en un triunfo, presentándola como el camino hacia la vida eterna y el reencuentro con el padre; así se advierte en las siguientes palabras del mártir Lorenzo:
Contemne praesens utile,
o prudens homo,
quod terminandum, quod
relinquendum est tibi,
omitte corpus, rem
sepulcri et funeris,
tende ad futuram gloriam,
perge ad deum,
agnosce, qui sis, uince
mundum et saeculum.
(perist., V, 541-545)19
Desprecia, oh hombre prudente, la utilidad presente, que debe llegar a su fin y ser abandonada; olvídate del cuerpo, asunto del sepulcro y de la muerte, dirígete a la gloria futura, encamínate hacia Dios, conoce quién eres, vence al mundo y al siglo.
3. Deconstrucción de la épica en Contra Symmachum: de los dioses paganos al Dios cristiano
Si bien la crítica especializada ha demostrado que el primer libro de Contra Symmachum contiene tres grandes bloques, en los que se despliega el ataque a los dioses paganos, mediante el planteo de la teoría tripartita de la teología poética, política y natural de Varrón20; intentaremos relevar el procedimiento empleado por el poeta cristiano, que se basa en la exposición y la crítica de las cualidades negativas de los antiguos dioses paganos: principalmente, de la lujuria y del engaño. No constituye un detalle menor que la violencia se encuentre matizada por recursos típicos de la sátira y la ironía, puesto que este mecanismo será reutilizado luego por Prudencio, en el segundo libro de Contra Symmachum –si bien de una manera menos grosera e irreverente– cuando ataque la figura de Símaco21.
Como es posible observar, el autor de Contra Symmachum se apropia del sustrato ideológico subyacente en la Pharsalia de Lucano, para reflexionar filosóficamente sobre la inexistencia de los dioses. Desde la perspectiva cristiana, esos dioses paganos eran hombres divinizados, que habían adquirido su fama mediante el mito y la poesía:
Et
tot templa deum Romae quot in orbe sepulcra
Heroum
numerare licet, quos fabula manes
Nobilitat,
noster populus ueneratus adorat.
(c. Symm., I,
191-193)
Se puede enumerar en Roma tantos templos dioses como sepulcros de héroes; muertos que alcanzaron su gloria por leyendas que nuestro pueblo venera y adora.
En relación con lo expuesto en el apartado anterior, debe repararse en que Prudencio explica la aceptación alcanzada por el politeísmo entre el pueblo romano como una de las causas de la ancestral rusticitas22. Dicho argumento gravita, precisamente, sobre el expresado por Lucano acerca de la imposibilidad humana de conocer las leyes que gobiernan el universo:
Inde deos, quorum
patria spectata sepulcra
Scimus, in aere hebetes
informauere minores
(c.
Symm., I, 54-55)
Una posteridad tan estúpida dio forma a los dioses en bronce de hombres, cuyas tumbas sabemos que eran admirados en su en su país.
Nam quid rusticitas
non crederet indomitorum
Stulta uirum,
pecudes inter ritusque ferinos
Dedere sueta animum diae rationis egenum?
(c. Symm.,
I, 79-81)
Porque ¿qué no había de creer esa gente pueblerina, estúpida e indómita, acostumbradas al ganados y a los modos de los animales, cuyas mentes estaban desprovistas del sentido divino?
El mito de la Edad de Oro queda finalmente desarticulado cuando Prudencio sostiene que Saturno no es una auténtica divinidad, acusándolo de fingir esa condición para satisfacer sus deseos sexuales:
… Tuscis
namque ille puellis
Primus adhinniuit
simulato numine moechus.
(c. Symm.,
I, 56-57)
porque él fue el primer fornicador que fingió divinidad para andar relinchado tras las niñas etruscas.
La polémica entre paganismo y cristianismo, en la que Prudencio se inserta, puede resumirse entonces, en los siguientes términos: no fueron los dioses quienes crearon la grandeza de Roma, sino Cristo.
3.1. La Edad de Oro
De acuerdo con nuestra propuesta de lectura, en el libro primero de Contra Symmachum, Prudencio continúa poéticamente con el proceso de deconstrucción de la épica iniciado por Lucano en la Pharsalia. No obstante, la perspectiva del poeta cristiano se muestra más extrema que la de su antecesor. Por su parte, Prudencio desmantela por completo el panteón de los dioses paganos con la clara finalidad de instaurar al dios cristiano. La diferencia sustancial entre ambos poetas radica en que, mientras Lucano, al cuestionar uno de los elementos constitutivos del género épico –ese ‘aparato divino’, sumido en lo que consideraba la Edad de Hierro–, no vislumbra ningún nuevo horizonte posible; Prudencio, en cambio, al expulsar a los dioses paganos de la épica, hace coincidir la conversión de Roma al cristianismo con la llegada de una nueva Edad de Oro23.
De acuerdo con la cosmovisión cristiana, la épica tradicional se funda sobre la base del error antiguo, encarnado en los penates procedentes de Ilión, en el fuego de Vesta, y en la genealogía divina que se remonta a Saturno. No resulta casual, por lo tanto, que en ese prefacio Pablo sea caracterizado como un nuevo Saturno, capaz de imponer leyes a los pueblos bárbaros y domesticarlos:
Paulus, praeco Dei, qui fera gentium
Primus corda sacro perdomuit stilo,
Christum per populos ritibus asperis
Inmanes placido dogmate seminans,
Inmansueta suas ut cerimonias
Gens pagana Deo sperneret agnito.
(c. Symm. praef., I, 1-6)
Pablo, heraldo de Dios, fue el primero que con su pluma sagrada sometió los fieros corazones de los gentiles y propagó con enseñanza pacífica el conocimiento de Cristo por pueblos salvajes de crueles rituales, para que la indómita nación pagana conociese a Dios y despreciase sus propias ceremonias.
Este acto de violento proselitismo, que pone en evidencia la intolerancia del cristianismo con las prácticas sociales y filosóficas diferentes, tiene su correlato en la refutación poética del paganismo desarrollada por en el libro primero de Contra Symmachum, que puede interpretarse como una anti-Teogonía, donde Prudencio retoma el mito hesiódico y lo desmantela, insertando un nuevo contenido que le permite rearticular la narración en el nuevo contexto cristiano y comenzar a desarmar los engranajes de la antigua religión desde sus orígenes mismos, a través de la figura inaugural de Saturno.
Prudencio deconstruye el género épico tradicional mediante un violento ataque a los dioses de la antigua religión. Estas figuras poseían suma importancia en la narración mítico-fundacional de Roma, porque eran los instrumentos que le habían permitido a Virgilio plasmar, en la Eneida, el advenimiento una nueva Edad de Oro, representada por la pax augusta, como un correlato de los procesos históricos y políticos de su tiempo. En el siguiente pasaje de la epopeya virgiliana, por ejemplo, el rey Evandro se sirve del mito de la Edad de Oro para mostrarle a Eneas los lugares que más tarde formarían parte de la ciudad de Roma:
'haec nemora
indigenae Fauni Nymphaeque tenebant
gensque uirum
truncis et duro robore nata,
quis neque mos neque
cultus erat, nec iungere tauros
aut componere opes norant
aut parcere parto,
sed rami atque asper uictu
uenatus alebat.
primus ab aetherio uenit
Saturnus Olympo
arma Iouis fugiens et
regnis exsul ademptis.
is genus indocile ac
dispersum montibus altis
composuit legesque dedit,
Latiumque uocari
maluit, his quoniam
latuisset tutus in oris.
aurea quae perhibent illo
sub rege fuere
saecula: sic placida
populos in pace regebat,
deterior donec
paulatim ac decolor aetas
et belli rabies et amor
successit habendi…'
(Aen., VIII, 314-327)24
«Los faunos y las ninfas nativas ocupaban estos bosques, junto con una raza de hombres nacidos de los troncos y de los rígidos robles, que no tenían hábitos ni costumbres, no sabían uncir los toros o acopiar hacienda ni tampoco guardar la acopiada, de modo que se alimentaban de las ramas de los árboles y de lo obtenido por la esforzada caza. Primero fue Saturno el que llegó desde el celeste Olimpo, huyendo de las armas de Júpiter, desterrado del reino que había perdido. Él fue quien reunió a aquella raza indómita, que se encontraba dispersa por las cimas de los montes, la sometió a leyes y quiso que se llamara Lacio, ya que vivió seguro, oculto de la vista en sus riberas. Floreció bajo su dominio la que sería llamada edad de oro. En paz y de un modo placentero gobernaba a sus pueblos, hasta que poco a poco, fue desluciéndose su brillo, surgió un tiempo peor y sobrevino el frenesí guerrero y el deseo de poseer…».
Prudencio, en cambio, se burla de las leyes impartidas por Saturno25:
Num melius Saturnus
auos rexisse Latinos
Creditur, edictis
qui talibus informauit
Agrestes animos et
barbara corda uirorum ?
«Sum deus, aduenio fugiens, praebete latebras,
Occultate senem
nati feritate tyranni
Deiectum solio.
Placet, hic fugitiuus et exul
Vt lateam, genti
atque loco Latium dabo nomen... ».
(c. Symm.,
I, 42-48)
¿Acaso se cree que Saturno gobernó mejor a nuestros antepasados latinos, al educar las groseras mentes y los incivilizados corazones de aquellos hombres con edictos como este?: «Soy un dios, llegué fugitivo, ofréceme un escondite, oculta a un viejo expulsado de su trono por la fuerza de su hijo, un tirano. Me agrada esconderme aquí fugitivo y desterrado, y por ello, al pueblo y este lugar llamaré Lacio…».
En los citados pasajes de Virgilio (Aen., VIII, 314-327) y de Prudencio (c. Symm., I, 42-48), se evidencia un uso ideológico del mito de la Edades y de la mitología de los dioses26. El mito es connatural a la epopeya, su utilización forma parte de los recursos persuasivos con los que contaba el poeta para plasmar una determinada cosmovisión. La explicación de los procesos naturales mediante el empleo de los mitos tradicionales, su cuestionamiento, o bien su reemplazo siempre han estado sujeto a operaciones ideológicas que evidencian una determinada manera de ver el mundo. Lucrecio, por ejemplo, había desterrado a las ninfas de los bosques recurriendo a una explicación racional acerca del eco como fenómeno físico (imagine verbi, Lucr., IV, 571), cuya finalidad era, en realidad, argumentar a favor de la idea epicúrea acerca de la audición:
Quae bene cum uideas,
rationem reddere possis
tute tibi atque aliis,
quo pacto per loca sola
saxa paris formas
uerborum ex ordine reddant,
575 palantis comites cum
montis inter opacos
quaerimus et magna
dispersos uoce ciemus.
sex etiam aut septem loca
uidi reddere uoces,
unam cum iaceres: ita
colles collibus ipsi
uerba repulsantes
iterabant docta referri.
580 haec loca capripedes
Satyros Nymphasque tenere
finitimi fingunt, et
Faunos esse locuntur..
(Lucr., IV, 572-581)27
Una vez que veas bien esto, podrías dar razón, ante ti mismo y ante otros, de cómo, en lugares solitarios, las piedras devuelven las mismas formas de las palabras en orden, cuando entre montes cerrados buscamos a nuestros acompañantes y en alta voz acá y allá los llamamos; he visto lugares que repetían seis o siete voces, cuando alguien había lanzado solo una: los cerros resonantes llevaban por sí mismos las palabras entre los cerros, sin parar de referir lo dicho. La gente que se encuentra cerca imagina que sátiros con pies de cabras y ninfas ocupan estos lugares, y dicen que hay faunos.
Al ubicar los componentes míticos por fuera de la Edad Oro, Lucano no sólo sigue a Lucrecio, sino además entabla una polémica con el pasaje virgiliano (Aen., VIII, 314-327) que se encuentra subvertido en la descripción del bosque sagrado que César ordena derribar, tal como evidencia el empleo del sintagma Nymphaeque tenent (III, 403), de doble prodecencia, una lucreciana: Nymphasque tenere (IV, 580) y otra virgiliana: Nymphaeque tenebant (VIII, 314):
lucus erat longo
numquam uiolatus ab aeuo
obscurum cingens
conexis aera ramis
et gelidas alte
summotis solibus umbras.
hunc non ruricolae Panes nemorumque
potentes
Siluani Nymphaeque tenent, sed barbara ritu
sacra deum; structae
diris altaribus arae
omnisque humanis
lustrata cruoribus arbor.
siqua fidem meruit
superos mirata uetustas,
et lustris recubare
ferae.
(Lucan.,
III, 399-408)
Había un bosque sagrado que nunca había sido violado desde los tiempos más remotos, donde las ramas se entrelazaban, envolviendo un espacio oscuro y unas gélidas sombras, en cuyas profundidades no penetraba el sol. No lo ocupaban los campestres Panes, ni los silvanos y las ninfas, dueños de los bosques, sino los santuarios de unos dioses de bárbaros ritos; aras, que sostenían siniestros altares y árboles, todos purificados con sangre humana. Si algún crédito mereció la antigüedad, que sintió admiración por los dioses del cielo, también las aves temen posarse en aquellas ramas y las fieras recostarse en aquellas guaridas.
Si bien este sintagma no se replica en Contra Symmachum, en el siguiente pasaje, que forma parte del ataque al panteón de los dioses paganos, Prudencio critica la figura de Mercurio, explicando que su veneración y admiración es producto de la capacidad inventiva de los hombres. De este modo, el poeta desconfigurara el engranaje de la poesía épica como un instrumento que permite la propagación del politeísmo:
Artificem scelerum
simplex mirata uetustas
Supra hominem
coluit, simulans per nubila ferri
Aligerisque leues
pedibus transcurrere uentos.
(c. Symm., I, 99-101)
La crédula antigüedad sintióadmiración por el artífice de crímenes y lo veneró por encima del hombre, al imaginar que venía través de las nubes y que con sus pies alados cruzaba veloz los vientos ligeros.
En la Pharsalia se plasma, por un lado, un cuestionamiento a los dioses porque se mantienen indiferentes frente al sacrilegio y, por otro, se caracteriza a César como un héroe sacrílego, que mide sus fuerzas contra los dioses:
inplicitas magno
Caesar torpore cohortes
ut vidit, primus
raptam librare bipennem
ausus et aeriam
ferro proscindere quercum
effatur merso violata
in robora ferro
'iam nequis vestrum
dubitet subvertere silvam
credite me fecisse
nefas'. tum parvit omnis
imperiis non
sublato secura pavore
turba, sed expensa
superorum et Caesaris ira.
(Lucan., III, 432-439)
Cuando vio César a sus legionarios envueltos en una gran inactividad, tras arrebatar un hacha, osó el primero, a blandirla y hendir con su filo una elevada encina; y, metido el hierro en el violado tronco, dice: «Para que ninguno de ustedes dude ya en derribar el bosque, piensen que he sido yo el que ha cometido el sacrilegio». Obedeció entonces sus órdenes la multitud, toda ella, no ya tranquila por haber eliminado el pánico, sino porque habían contrapesado la cólera de los dioses y la de César.
Por otra parte, como ya hemos notado, Lucano lleva adelante una indagación de lo divino, mediante la que cuestiona el accionar de los dioses, y señala la incapacidad humana para comprender o explicar las leyes que gobiernan a la naturaleza:
…cum
funditur ingens
Oceanus vel cum
refugis se fluctibus aufert.
ventus ab extremo
pelagus sic axe volutet
destituatque
ferens, an sidere mota secundo
Tethyos unda vagae
lunaribus aestuet horis,
flammiger an Titan, ut
alentes hauriat undas,
erigat Oceanum
fluctusque ad sidera ducat,
quaerite, quos
agitat mundi labor; at mihi semper
tu, quaecumque moves
tam crebros causa meatus,
ut superi volvere, late.
(Lucan.,
I, 410-419)
Cuando el océano inmenso se adelanta o se retira con el reflujo de sus olas. ¿Es un viento, proveniente del último eje, el que hace girar el mar de esa forma y, tras haberlo empujado, lo abandona, o acaso, movida por un segundo astro, la onda de la inestable Tetis se agita con las horas lunares, o bien, el flamígero Titán, para beber sus aguas nutritivas, eleva el océano y lleva sus olas hasta los astros? Averígüenlo, ustedes a quienes inquieta la fatiga del universo. En cambio, tú, permanece oculta para mí siempre, cualquiera que seas la causa que produces tan frecuentes movimientos, tal como han querido los dioses.
Esta digresión científica de Lucano, que se encuentra en consonancia con la vertiente pedagógica del género épico desarrollada por Lucrecio, también halla su réplica en Contra Symmachum, cuando Prudencio explica que la aceptación del politeísmo obedeció a la ignorancia de los primeros hombres, que divinizaban las fuerzas de la naturaleza:
Quidquid humus, quidquid pelagus mirabile
gignunt,
Id duxere deos : colles, freta, flumina,
flammas.
Haec sibi per uarias formata elementa
figuras
Constituere patres,
hominumque uocabula mutis
Scripserunt statuis, uel
Neptunum uocitantes
Oceanum, uel cyaneas caua
flumina Nymphas,
Vel siluas Dryadas, uel deuia rura Napaeas.
Ipse ignis, nostrum
factus qui seruit ad usum,
Vulcanus perhibetur, et
in uirtute superna
Vulcanus perhibetur, et
in uirtute superna
Fingitur, ac delubra deus
et nomine et ore
Adsimulatus habet, nec
non regnare caminis
Fertur et Aeoliae summus
faber esse uel Aethnae.
(c. Symm.,
I, 297-308)
Cada maravilla que engendró la tierra o el piélago fue considerada como un dios. Colinas, mares, ríos, fuegos, todos estos elementos, formados en distintas figuras, se establecieron como padres, e inscribieron nombres humanos en estatuas mudas, llamando, por ejemplo, Neptuno al océano o ninfas ciáneas a las cavas de los ríos o dríades a los bosques o napeas a los campos alejados. El propio fuego, creado para servir a nuestras necesidades, es llamado Vulcano y se lo representa con los atributos de una fuerza celestial y como dios fingido, en su nombre y aspecto, tiene templos y además se dice que reina en los hornos y que es el supremo herrero de Eolia o del Etna.
En el caso de Prudencio, la finalidad es evidente: extirpar el mito pagano de la ciudad de Roma y reemplazarlo por el dogma cristiano. El componente mitológico está puesto al servicio de la ideología religiosa. Todos los elementos de los antiguos dioses deben ser desterrados y los que no se puedan desterrar serán convertidos al cristianismo.
4. Consideración final
La deconstrucción del género épico que realiza Prudencio se evidencia fundamentalmente en la eliminación del panteón de los dioses romanos a través de la refutación discursiva. Si bien, en términos formales, podríamos interpretar ese proceso como una anti-Teogonía, consideramos que la categoría ‘deconstrucción’ describe con mayor precisión el proceso de desguace y ensamble desarrollado por Prudencio en el libro primero de Contra Symmachum, cuando critica el panteón a los dioses paganos para sustituirlo por la figura de Cristo. En suma, entendemos que el proceso de ‘deconstrucción’ implementado por Lucano en la Pharsalia repercute conceptualmente en los mecanismos implementados por Prudencio en el primer libro de Contra Symmachum.
Notas
Recepción: 05 Abril 2021
Aprobación: 17 Mayo 2021
Publicación: 01 Septiembre 2021